Iconografía del "Señor de la piedra fría"

Esta impresionante y sobrecogedora efigie se ciñe al tipo iconográfico gótico del “Cristo de la Humildad y la Paciencia” (modelo pagano–mitológico).

También se le denominaba en los Países Bajos “Señor de la Piedra”.

Aproximadamente, en los siglos XV y XVI se extendió por Europa, y luego por América, la representación de Cristo esperando el suplicio. Martínez de la Peña nos indica la fórmula fijada para plasmar su iconografía, salvo pequeñas variantes. “Se representa a Cristo sentado sobre una piedra cuadrangular, desnudo, lleno de heridas, la cabeza inclinada, apoyada en una mano y expresión de profunda tristeza”. Los tratadistas suelen coincidir en que ésta es la escena previa a la crucifixión en el Gólgota. Cristo “hombre” pensativo e inocente, Dios “humanizado” aguarda a que ultimen los preparativos para su cruel ejecución. En su rostro se manifiesta la viva mansedumbre del Todopoderoso.

Así como en la Península esta devoción tuvo un papel reducido, en Canarias adquirió una popular importancia de primer orden. Fueron muchos los cenobios y ermitas que tuvieron efigies y pinturas de este Cristo “humilde y paciente”. En América fue propagada, según se dice, por la Compañía de Jesús.

La figura doliente, de expresión triste y pensativa, reflejaba el espíritu de reflexión que esa Orden quería fomentar en ese Continente. La mística ignaciana dirigía las meditaciones sobre integridad y el valor del Señor en sus últimos instantes de la Pasión.

La iconografía del Señor de la Humildad y Paciencia, se extendió desde fechas muy tempranas en América, debido en cierta medida a la difusión que alcanzaron los grabados flamencos y alemanes. Influyeron sobremanera los misioneros jesuitas.

Esta advocación, digna representación alegórica de la Melancolía, aparece vinculada a las instituciones hospitalarias. Según el informe del profesor Martínez de la Peña, la representación de un dios de esta forma, “era el medio más apropiado para ofrecer a los enfermos las virtudes de la resignación y el consuelo ante los ataques inevitables de la enfermedad”.

Así, los enfermos y atribulados se encontraban ante esta imagen de fortaleza y resignación ante los padecimientos y enfermedades, incluso en la aceptación de su propia muerte ante la esperanza de la vida eterna. En la impresionante y a la vez, dulce cara del Cristo, el enfermo se veía a sí mismo reflejado. Encontraba así un gran consuelo.

Esta representación de la Pasión, por tanto, guarda relación con la Medicina, y se ofrecía como un motivo de reflexión sobre los sufrimientos de Jesucristo, para consuelo de enfermos, encarcelados y desdichados de la fortuna, en el sentido de buscar la salvación por la agonía del Señor. En esta visión del “manso cordero llevado al matadero” (Isaías, 53,7), el enfermo encontraba el espejo para sobrellevar los sufrimientos y mortificaciones corporales.

Martínez de la Peña, en su trabajo acerca de la iconografía del “Cristo de la Humildad y la Paciencia”, nos informa de que desde la Edad Media -aunque ya aparecían estatuas funerarias con este aspecto melancólico en el arte griego-, “hay una preferencia por presentar la figuración de la Melancolía mediante un hombre o una mujer, con signos de tristeza en el rostro, la cabeza apoyada enana mano y sentado en el suelo o una piedra”.

José Guillermo Rodríguez Escudero

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